En general, cualquier individuo medianamente integrado en un colectivo, necesita conocer los diferentes símbolos identificativos que marcan el rango o posición jerárquica de determinado grupo.
A modo de ejemplo, una estrella de 6 puntas posiciona de forma unívoca el rango y poder ostentado por un mando militar. El joven recluta entenderá la importancia de estos símbolos de poder, al ser arrestado un fin de semana por no saludar convenientemente al mando y posteriormente ser integrado a la fuerza en el selecto grupo de "refuerzo de cocina".
En ciertas tribus amazónicas, el tamaño del plato insertado en el labio inferior (de la boca, se entiende) o los agujeros en las orejas, cumplen el mismo cometido.
En la España colonial, los rudos marinos añadían un aro a su oreja izquierda cada vez que pasaban por el cabo de Hornos, lo que otorgaba estatus y respeto.
Médicos, narcotraficantes, guías de museo, actrices porno y procuradores de los tribunales, sin duda disponen de una simbología gremial propia que asegura el correcto tratamiento de todos sus representantes. Hasta las células de Al Qaeda y los grupos antisistema tienen claro quien es el jefe...
Y es que en la vida, es importante saber quien maneja, quien manda, quien corta el bacalao, quien reparte la pana...
¿Es así siempre?. NO!
De nuevo, los consultores de negocio son la excepción a la regla universal. Bueno, en realidad creo que en el ámbito del contraespionaje también podrían darse excepciones relevantes, pero no nos dispersemos.
La razón es sencilla. No conviene ser identificado ni por propios ni por extraños como el jefe de algo que no se sabe cómo va a acabar. Es más, la jerarquía solo se podrá apreciar claramente en la fase final del proyecto, o bien para identificarse como el líder de visión preclara que ha pilotado un proyecto de éxito universal y sin precedentes, o bien para castigar de forma implacable al inútil responsable del proyecto fracasado o en vías de fracasar (ver lección relativa al plural mayestático).
Pero analicemos someramente las tendencias en símbolos de poder desde los años 80.
Al principio fue el tono de los trajes. A medida que el avispado consultor medraba en la pirámide, se podía permitir tonos más oscuros dentro del pantone cromático del gris marengo, pero sin llegar jamás al negro hostelería.
Lamentablemente, entre la Semana Fantástica y los 8 días de oro, el Corte Inglés empezó a colocar en el creciente mercado de los pseudo-directivos, los excesos de producción de trajes diseñados para socios equity.
Durante un corto periodo de tiempo, la gomina tomó el relevo. Altos ejecutivos acudían a reuniones y Comités de Dirección salpicando brillantina, cual Gordon Gekko ibérico. Lamentablemente, este símbolo de poder tenía dos inconvenientes graves: primero que era fácil de emular por cualquier piltrafilla de extrarradio y segundo, que cayó en desgracia cuando el principal líder de opinión del movimiento repeinado siguió utilizando la gomina en Alcalá-Meco.
En un momento determinado, posiblemente como fruto de los desórdenes psicológicos de un diseñador homosexual reprimido, aparecieron camisas estrafalarias con puños y cuellos de colorines, especialmente en la capital. Afortunadamente las provincias no siguieron este ejemplo y el tema quedó en nada. En el impás, varios directivos catalanes abandonaron sus cargos para evitar la vergüenza de lucir atuendos tan bochornosos.
Lo siguiente fueron los gemelos de calibre pesado y el lazo de las corbatas. Con la ayuda de Comandancia de Marina, se desarrollaron nuevos nudos para las corbatas, que superaban en perfección y grosor al obsoleto nudo Windsor. Se dieron escandalosos casos de espionaje industrial al quedar demostrados seguimientos y escuchas a Tortell Poltrona con el único objeto de robarle una corbata anudada.
Ya metidos en la era digital y de la información, la Blackberry tomó el relevo. En la business Class del Pont Aeri, los representantes de la élite consultoril, eran los últimos en apagar su dispositivo móvil al despegar y los primeros en activarlo al aterrizar. Qué derroche de poderío!!. Del zapatófono azul de los primeros modelos, pasaron a la clase Pearl ante las miradas envidiosas del Midle Management...
Pero como toda la gloria de este mundo es consustancialmente efímera, el programa de puntos de Vodafone destruyó esa ilusión de poder material y tecnológico...
¿Y ahora qué? ¿Qué nos queda en la vida? ¿Cómo podemos diferenciarnos discrecionalmente en función de las necesidades, entorno o interlocutores?... preguntaban los socios desesperados.
Como suele ocurrir en estos casos, la respuesta llegó del ámbito más inesperado: el sector de la papelería.
Las libretas Moleskine zanjaron definitivamente la cuestión. Forradas en polipiel con colores elegantes, un tamaño reducido y manejable, elegantes rayas diplomáticas horizontales y una coqueta goma de cierre, irrumpieron en el mercado con fuerza incontenible.
Especialmente diseñadas para aquellos que solo necesitan apuntar cortesmente las dos o tres ideas fundamentales de una reunión, pero sin bajar demasiado a los insidiosos detalles de día a día.
El proceso de apertura de la libreta, transmite de forma clara este concepto. Se acude a la reunión para entender el problema, pero solo en líenas generales. Una vez asumido este noble objetivo, el cierre evoca el compromiso con el interlocutor de que sus ideas han sido anotadas y serán transmitidas diligentemente a otras capas de gestión con libretas A4 y gramages de poca o ninguna seniority.
Obviamente, los cargos intermedios copiaron la idea de forma estusiata, y se agolparon en colas interminables en las papelerías de toda nuestra vasta nación. Si embargo, a los pocos días constataron dos facts con profundo desasosiego:
1/ Las libretas, dado su reducido tamaño y morfología, se acababan a la tercera reunión de trabajo en la que se entra de verdad en harina
2/ la reposición de este tipo de material resultaba más caro de lo razonable para el fin perseguido, ergo las secretarias las administraban cual si pan de oro se tratase
A los pocos meses, las impostoras estructuras intermedias de la pirámide de recursos, ataviadas con gemelos elefantiásicos, elegantes trajes gris marengo y nudos de corbata con hidrocefalia, se vieron relegadas a las ridículas cuadrículas y tormentosas espirales de las libretas Unipapel, Enri, Pairus y Oxford.
Un efecto colateral de la utilización generalizada de estas libretas, es que desenmascaró, de la noche a la mañana, a todos los lameculos del sector. Se trataba de aquellos deleznables personajes que habían escalado en la estructura apuntándose metódicamente a todas las modas peregrinas de la Alta Dirección, incluida la utilización masiva de gomina y las habían mejorado a partir de modelos tales como Don Jaime de Marichalar. Efectivamente, calcetines rojos!!
Estos tipos, a pesar de disponer de la capacidad jerárquica de utilizar las discretas Moleskines, preferían seguir utilizando los formatos A4 de 500 hojas, para tomar nota de forma obediente y sumisa de todo aquello que cualquier interlocutor de cualquier nivel de cualquier organización pudiese decir. Su objetivo consistía en parecer lo más inofensivos e incompetentes posible para jamás ser cuestionados.
De esta forma, en la jerga del sector, se acuñó un nuevo concepto que definía a este estamento de la profesión: el PASEALIBRETAS.
Informe completo
A modo de ejemplo, una estrella de 6 puntas posiciona de forma unívoca el rango y poder ostentado por un mando militar. El joven recluta entenderá la importancia de estos símbolos de poder, al ser arrestado un fin de semana por no saludar convenientemente al mando y posteriormente ser integrado a la fuerza en el selecto grupo de "refuerzo de cocina".
En ciertas tribus amazónicas, el tamaño del plato insertado en el labio inferior (de la boca, se entiende) o los agujeros en las orejas, cumplen el mismo cometido.
En la España colonial, los rudos marinos añadían un aro a su oreja izquierda cada vez que pasaban por el cabo de Hornos, lo que otorgaba estatus y respeto.
Médicos, narcotraficantes, guías de museo, actrices porno y procuradores de los tribunales, sin duda disponen de una simbología gremial propia que asegura el correcto tratamiento de todos sus representantes. Hasta las células de Al Qaeda y los grupos antisistema tienen claro quien es el jefe...
Y es que en la vida, es importante saber quien maneja, quien manda, quien corta el bacalao, quien reparte la pana...
¿Es así siempre?. NO!
De nuevo, los consultores de negocio son la excepción a la regla universal. Bueno, en realidad creo que en el ámbito del contraespionaje también podrían darse excepciones relevantes, pero no nos dispersemos.
La razón es sencilla. No conviene ser identificado ni por propios ni por extraños como el jefe de algo que no se sabe cómo va a acabar. Es más, la jerarquía solo se podrá apreciar claramente en la fase final del proyecto, o bien para identificarse como el líder de visión preclara que ha pilotado un proyecto de éxito universal y sin precedentes, o bien para castigar de forma implacable al inútil responsable del proyecto fracasado o en vías de fracasar (ver lección relativa al plural mayestático).
Pero analicemos someramente las tendencias en símbolos de poder desde los años 80.
Al principio fue el tono de los trajes. A medida que el avispado consultor medraba en la pirámide, se podía permitir tonos más oscuros dentro del pantone cromático del gris marengo, pero sin llegar jamás al negro hostelería.
Lamentablemente, entre la Semana Fantástica y los 8 días de oro, el Corte Inglés empezó a colocar en el creciente mercado de los pseudo-directivos, los excesos de producción de trajes diseñados para socios equity.
Durante un corto periodo de tiempo, la gomina tomó el relevo. Altos ejecutivos acudían a reuniones y Comités de Dirección salpicando brillantina, cual Gordon Gekko ibérico. Lamentablemente, este símbolo de poder tenía dos inconvenientes graves: primero que era fácil de emular por cualquier piltrafilla de extrarradio y segundo, que cayó en desgracia cuando el principal líder de opinión del movimiento repeinado siguió utilizando la gomina en Alcalá-Meco.
En un momento determinado, posiblemente como fruto de los desórdenes psicológicos de un diseñador homosexual reprimido, aparecieron camisas estrafalarias con puños y cuellos de colorines, especialmente en la capital. Afortunadamente las provincias no siguieron este ejemplo y el tema quedó en nada. En el impás, varios directivos catalanes abandonaron sus cargos para evitar la vergüenza de lucir atuendos tan bochornosos.
Lo siguiente fueron los gemelos de calibre pesado y el lazo de las corbatas. Con la ayuda de Comandancia de Marina, se desarrollaron nuevos nudos para las corbatas, que superaban en perfección y grosor al obsoleto nudo Windsor. Se dieron escandalosos casos de espionaje industrial al quedar demostrados seguimientos y escuchas a Tortell Poltrona con el único objeto de robarle una corbata anudada.
Ya metidos en la era digital y de la información, la Blackberry tomó el relevo. En la business Class del Pont Aeri, los representantes de la élite consultoril, eran los últimos en apagar su dispositivo móvil al despegar y los primeros en activarlo al aterrizar. Qué derroche de poderío!!. Del zapatófono azul de los primeros modelos, pasaron a la clase Pearl ante las miradas envidiosas del Midle Management...
Pero como toda la gloria de este mundo es consustancialmente efímera, el programa de puntos de Vodafone destruyó esa ilusión de poder material y tecnológico...
¿Y ahora qué? ¿Qué nos queda en la vida? ¿Cómo podemos diferenciarnos discrecionalmente en función de las necesidades, entorno o interlocutores?... preguntaban los socios desesperados.
Como suele ocurrir en estos casos, la respuesta llegó del ámbito más inesperado: el sector de la papelería.
Las libretas Moleskine zanjaron definitivamente la cuestión. Forradas en polipiel con colores elegantes, un tamaño reducido y manejable, elegantes rayas diplomáticas horizontales y una coqueta goma de cierre, irrumpieron en el mercado con fuerza incontenible.
Especialmente diseñadas para aquellos que solo necesitan apuntar cortesmente las dos o tres ideas fundamentales de una reunión, pero sin bajar demasiado a los insidiosos detalles de día a día.
El proceso de apertura de la libreta, transmite de forma clara este concepto. Se acude a la reunión para entender el problema, pero solo en líenas generales. Una vez asumido este noble objetivo, el cierre evoca el compromiso con el interlocutor de que sus ideas han sido anotadas y serán transmitidas diligentemente a otras capas de gestión con libretas A4 y gramages de poca o ninguna seniority.
Obviamente, los cargos intermedios copiaron la idea de forma estusiata, y se agolparon en colas interminables en las papelerías de toda nuestra vasta nación. Si embargo, a los pocos días constataron dos facts con profundo desasosiego:
1/ Las libretas, dado su reducido tamaño y morfología, se acababan a la tercera reunión de trabajo en la que se entra de verdad en harina
2/ la reposición de este tipo de material resultaba más caro de lo razonable para el fin perseguido, ergo las secretarias las administraban cual si pan de oro se tratase
A los pocos meses, las impostoras estructuras intermedias de la pirámide de recursos, ataviadas con gemelos elefantiásicos, elegantes trajes gris marengo y nudos de corbata con hidrocefalia, se vieron relegadas a las ridículas cuadrículas y tormentosas espirales de las libretas Unipapel, Enri, Pairus y Oxford.
Un efecto colateral de la utilización generalizada de estas libretas, es que desenmascaró, de la noche a la mañana, a todos los lameculos del sector. Se trataba de aquellos deleznables personajes que habían escalado en la estructura apuntándose metódicamente a todas las modas peregrinas de la Alta Dirección, incluida la utilización masiva de gomina y las habían mejorado a partir de modelos tales como Don Jaime de Marichalar. Efectivamente, calcetines rojos!!
Estos tipos, a pesar de disponer de la capacidad jerárquica de utilizar las discretas Moleskines, preferían seguir utilizando los formatos A4 de 500 hojas, para tomar nota de forma obediente y sumisa de todo aquello que cualquier interlocutor de cualquier nivel de cualquier organización pudiese decir. Su objetivo consistía en parecer lo más inofensivos e incompetentes posible para jamás ser cuestionados.
De esta forma, en la jerga del sector, se acuñó un nuevo concepto que definía a este estamento de la profesión: el PASEALIBRETAS.